sábado, 23 de enero de 2021

Desconocidos


Ella era su vecina, cada día por la mañana salía al trabajo sin dar importancia a su alrededor, la verdad es que era muy poco observadora, jamás se percató que detrás de una ventana había alguien que la observaba cada momento, conocía sus rutinas, la observaba con detalle, sus ojos tenían ternura y en el trasfondo deseo, veía como deslizaba su cabello detrás de la oreja mientras subía a su coche rumbo al trabajo, le gustaba ver sus pies cuando eran lo último en subir a él, observaba sus piernas y pantorrillas con esos tacones y falda que hacían volar la imaginación. Era totalmente un cliché, tenía la personalidad de una mujer segura de sí misma, usaba vestidos cortos y faldas que permitían no sólo ver su silueta sino además sus escotes que sin ser demasiado provocativos eran suficientes para que ese alguien soñara con ella cada noche, era un amor detrás de una cortina. 

Un día de tantos su coche no arrancó, de pronto él, detrás de ella ofreció apoyar, ella no sabía que existía hasta ese momento, sin razón aparente, un dulce y suave aroma la invadió, cuando lo percibió su piel sin permiso se erizó, era extraño, como sentir algo en un momento de estrés y sobre todo, ¿quién es él? un extraño que provocaba sin saber la razón. 

Se despidieron, ella debía irse, él con esa emoción que lo consumía, sus ojos más enamorados que nunca, había estado no sólo cerca, ahora ella sabía quien era él sin darse cuenta que, él la conocía mejor que nadie. 

Esa noche él no pudo contenerse, su emoción era tan grande que escribió una pequeña nota, - anoche soñé contigo, te veías sensacional, cuídate. - la dejó en la ventana, sabía que ella cada día despertaba y abría cortinas, la encontraría. Ansioso por saber espero respuesta. Pasaron tres días, ella con su rutina y él con incertidumbre hasta que una noche en el mismo lugar había una nota que decía: - estoy aquí - 
¿qué era eso? ¿acaso una invitación? no sabía qué hacer pero la curiosidad pudo más y espero fuera de esa ventana sin saber que pasaría. 

Ella abrió la puerta, aquél momento no planeado, ella misma no sabía como reaccionaría, su piel era recorrida por una especie de electricidad que no ocasionaba disgusto al contrario daba la adrenalina necesaria para actuar. 
Ahí estaban los dos, sin pensarlo él la vio fijamente, ella sólo esperó, sus manos se tocaron sin que se dieran cuenta, tocó su mejilla y rosó sus labios rojos que tantas veces había soñado.
 
Ella no necesitaba más que dejar de pensar, sus ojos estaban ansiosos de descubrir más en aquella mirada pero su cuerpo sin duda quería saber porqué le provocaba y la llevaba al punto de querer probar esos labios carnosos. 
Lentamente se acercaron y se hundieron en un profundo beso, poco a poco ella colocó sus manos en su cuello y él recorría lentamente su cintura hasta sentir toda su espalda, sentían como sus corazones latían fuertemente pero sobre todo como sus cuerpos se compactaban haciendo la química perfecta. 
Esa noche dos desconocidos conocidos fueron los mejores amantes que hayan existido jamás. 
Stella Alba








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