Isabel era una mujer solitaria, asidua a la lectura, de manera recurrente le gustaba ir a las plazas de la ciudad, a las menos concurridas eso sí, sentarse por largo tiempo a leer; claro no por mucho tiempo, el trabajo no le permitía más. En muchas ocasiones su mirada se perdía entre el ir y venir de la gente, viéndola sin poner atención, solo contemplando las sombras de los que van o de los que vienen.
Era el otoño, la rutina se apoderó de Isabel, las tormentas del verano habían cesado, había costado muchas noches recuperar la calma, las turbulencias tan constantes la habían sumergido de diversas maneras en una especie de hibernación mental. Salía al trabajo, a la casa, de pronto con amistades y en muchas otras ocasiones la lectura se convirtió en ese escape de la realidad. Las fantasías eran tan importantes, desde muy pequeña era feliz recreando historias con finales felices, donde siempre era la princesa, doncella, mujer amada, en fin, era como si desde siempre hubiera estado enamorada del amor. Las novelas con el hombre fuerte y caballeroso que da la vida, eran el placer para ella, aquéllas en las que ellas sufren por amor o están llenas de infidelidades la hacían estremecer y en muchas ocasiones provocaron una pequeña gotita salada en su rostro.
Santiago, un hombre divertido, quizá encantador, despreocupado, conoce a Isabel desde que son pequeños sin embargo no habían cruzado palabra alguna, en cambio ella desconoce totalmente su existencia, con el tiempo los caminos se cruzaron, tal vez casualidad, accidente o travesura del universo, lo hacía muy seguido con Isabel, al final comenzaron a saludarse de vez en cuando, estando en lugares y momentos diferentes, los unía solo la idea de saber quiénes eran en realidad, o tal vez no.
Las pláticas entre ellos se volvieron cada día más comunes, pero sobre todo más cálidas, la confianza que había era notoria, Isabel reía cuando hablaba con él, era como olvidarse del mundo, entre cada plática llegaban a tener ligeros flirteos, era inconsciente, de modo tal que cuando Isabel escuchaba el sonido de su celular sonreía pensando que era él. Un día de tantos en los que conversaban él le dijo que la vería, bromeando mencionaba como la saludaría, ella solo podía reír y creer que era una fantasía, de esas en las que ella era la protagonista. Era 13 de septiembre, de hecho viernes, de esos días que todos temen y que ella amaba, las mejores cosas le habían sucedido en un tan cabalístico día.
Isabel como cualquier día y sin nada especial salió a trabajar, no uso nada especial, se puso unos jeans, una blusa blanca casi traslúcida, estando ya en el trabajo recibió un mensaje, era Santiago, le decía que la invitaba a cenar, por supuesto que ella no dijo que no, su corazón aceleró y sentía esos ligeros nervios que provocaban deliciosas taquicardias, su mente comenzó a volar, como siempre la fantasía se apoderó de ella, visualizó el vestido que se pondría, la ropa interior, los zapatos y la loción, él como parte de un preámbulo dejo un post en su red social para ella que decía: "Ya vives en mí", por supuesto que ella no tenía idea de lo que significaba pero amó el detalle de la etiqueta, dedicó unos minutos para buscar y supo que era una canción, la escuchó y aunque no era lo suyo le fascinó.
Ambos quedaron de verse a las 8, ella aún tenía tiempo, no quería llegar a casa pues temía estar demasiado nerviosa o ansiosa por lo que decidió ir a la Plaza a leer un poco antes de ir alistarse para la cena, no le gustaba llamarle cita, era como una superstición así que evitaba decirlo aunque en el fondo lo veía como el comienzo. Se sumergió en la lectura, "El Profesor", preocupada y estresada por el hombre que a punto de un suicidio decidió posponerlo hasta descifrar el misterio de la chica desaparecida, la ficción la atrapaba sin duda alguna, el factor sorpresa producía adrenalina que amaba sentir. Y entonces... Una voz, conocida levemente, escuchó decir: - ¡Hola preciosa! Isabel un poco escéptica levantó la mirada, dudó que fuera para ella pero suspendió su lectura para poder averiguar quien le hablaba, ahí estaba él, Santiago, la dejó inmóvil, ¿qué hacía ahí? ¿qué pasaría con la cita? ¿cómo sabía que estaba ahí? ¡no estoy lista! eran preguntas y expresiones que pasaban por su cabeza sin cesar mientras él la miraba fijamente. Quiso levantarse y Santiago no la dejó, se sentó a su lado, eso era desconcertante para ella, acostumbrada a seguir planes y tiempos él simplemente había hecho lo que quería.
Caminaron a casa junto y sin darse cuenta la noche llegó, ella en jeans sin el glamuroso vestido, el con ropa casual, olvidaron por completo las poses y las máscaras. Ella lo invitó a pasar, él le dijo que esperará, ella entró rápido, revisó maquillaje, roció loción y cepillo su cabello lacio y oscuro, sin darse cuenta él estaba tras ella, con tres rosas rojas, eso la sonrojó sin duda, esa era su debilidad a pesar del tiempo no lograba controlar los colores de su cara, y como si fueran conocidos de mucho tiempo decidieron cocinar, sin importar lo que comieran solo pensaban en estar juntos.
Colocaron la mesa, cada adminiculo estaba perfecto, velas y platos sencillos pero eso no importaba, delicadamente Santiago retiró la silla para que ella se sentará, la vio a los ojos y dijo: - qué hermosos ojos tienes, nunca me había dado cuenta -, solo pudo decir gracias, el nerviosismo era mucho, rieron y dijeron cosas serias y otras tontas, como esos pubertos que tienen su primer amor y no logran controlar las emociones, los roses de las manos no se hicieron esperar, coqueteos, miradas fijas y tiernas, de vez en cuando Santiago tocaba su cara con ternura para decir que el momento era perfecto. Los timbres de sus voces comenzaron a bajar, usaron tonos sensuales, era imposible no darse cuenta, estaban en el preámbulo de una gran noche. Él se atrevió a besarla, ella correspondió, de pronto los besos se tornaron cada vez más profundos y largos, sin duda, deseaban algo más. Las manos jugueteaban sin cesar, él comenzó a desabotonar la blusa, ella no lo impidió, se levantaron de la mesa, se entrelazaron y sin darse cuenta estaban contra la pared como testigo de aquél primer encuentro en el que sin pensar decidieron ser uno en vez de dos. Ella cada vez más dejaba a su cuerpo expresar lo que sentía, permitía que su piel y sus ganas no se ocultaran esta vez, comenzó a recorrer su pecho despacio, mientras lo besaba lentamente, mordiendo su labio inferior delicadamente pero con pasión. Él, la sujetó por la cintura y la acercó a su cuerpo fuerte pero sin lastimarla, sintió como Santiago estaba ansioso por poseerla...
De pronto, eran casi las 4:00 pm, se hacía tarde para ir a trabajar, Isabel cerró el libro y salió de la plaza, caminó rápidamente para volver a la rutina, la adrenalina formó parte de ella aquella tarde, camino a su trabajo pero aún podía sentir los besos de su fantasía, tan real y tan utópica. Como tantas veces ya la terminaría otro día.
Stella Alba

