miércoles, 12 de febrero de 2020

Viernes 13




Isabel era una mujer solitaria, asidua a la lectura, de manera recurrente le gustaba ir a las plazas de la ciudad, a las menos concurridas eso sí, sentarse por largo tiempo a leer; claro no por mucho tiempo, el trabajo no le permitía más.  En muchas ocasiones su mirada se perdía entre el ir y venir de la gente, viéndola sin poner atención, solo contemplando las sombras de los que van o de los que vienen.

Era el otoño, la rutina se apoderó de Isabel, las tormentas del verano habían cesado, había costado muchas noches recuperar la calma, las turbulencias tan constantes la habían sumergido de diversas maneras en una especie de hibernación mental. Salía al trabajo, a la casa, de pronto con amistades y  en muchas otras ocasiones la lectura se convirtió en ese escape de la realidad. Las fantasías eran tan importantes, desde muy pequeña era feliz recreando historias con finales felices, donde siempre era la princesa, doncella, mujer amada, en fin, era como si desde siempre hubiera estado enamorada del amor. Las novelas con el hombre fuerte y caballeroso que da la vida, eran el placer para ella, aquéllas en las que ellas sufren por amor o están llenas de infidelidades la hacían estremecer y en muchas ocasiones provocaron una pequeña gotita salada en su rostro.

Santiago, un hombre divertido, quizá encantador, despreocupado, conoce a Isabel desde que son pequeños sin embargo no habían cruzado palabra alguna, en cambio ella desconoce totalmente su existencia, con el tiempo los caminos se cruzaron, tal vez casualidad, accidente o travesura del universo, lo hacía muy seguido con Isabel, al final comenzaron a saludarse de vez en cuando, estando en lugares y momentos diferentes, los unía solo la idea de saber quiénes eran en realidad, o tal vez no.

Las pláticas entre ellos se volvieron cada día más comunes, pero sobre todo más cálidas, la confianza que había era notoria, Isabel reía cuando hablaba con él, era como olvidarse del mundo, entre cada plática llegaban a tener ligeros flirteos, era inconsciente, de modo tal que cuando Isabel escuchaba el sonido de su celular sonreía pensando que era él. Un día de tantos en los que conversaban él le dijo que la vería, bromeando mencionaba como la saludaría, ella solo podía reír y creer que era una fantasía, de esas en las que ella era la protagonista. Era 13 de septiembre, de hecho viernes, de esos días que todos temen y que ella amaba, las mejores cosas le habían sucedido en un tan cabalístico día.

Isabel como cualquier día y sin nada especial salió a trabajar, no uso nada especial, se puso unos jeans, una blusa blanca casi traslúcida, estando ya en el trabajo recibió un mensaje, era Santiago, le decía que la invitaba a cenar, por supuesto que ella no dijo que no, su corazón aceleró y sentía esos ligeros nervios que provocaban deliciosas taquicardias, su mente comenzó a volar, como siempre la fantasía se apoderó de ella, visualizó el vestido que se pondría, la ropa interior, los zapatos y la loción, él como parte de un preámbulo dejo un post en su red social para ella que decía: "Ya vives en mí", por supuesto que ella no tenía idea de lo que significaba pero amó el detalle de la etiqueta, dedicó unos minutos para buscar y supo que era una canción, la escuchó y aunque no era lo suyo le fascinó. 

Ambos quedaron de verse a las 8, ella aún tenía tiempo, no quería llegar a casa pues temía estar demasiado nerviosa o ansiosa por lo que decidió ir a la Plaza a leer un poco antes de ir alistarse para la cena, no le gustaba llamarle cita, era como una superstición así que evitaba decirlo aunque en el fondo lo veía como el comienzo. Se sumergió en la lectura, "El Profesor", preocupada y estresada por el hombre que a punto de un suicidio decidió posponerlo hasta descifrar el misterio de la chica desaparecida, la ficción la atrapaba sin duda alguna, el factor sorpresa producía adrenalina que amaba sentir. Y entonces... Una voz, conocida levemente, escuchó decir: - ¡Hola preciosa! Isabel un poco escéptica levantó la mirada, dudó que fuera para ella pero suspendió su lectura para poder averiguar quien le hablaba, ahí estaba él, Santiago, la dejó inmóvil, ¿qué hacía ahí? ¿qué pasaría con la cita? ¿cómo sabía que estaba ahí? ¡no estoy lista! eran preguntas y expresiones que pasaban por su cabeza sin cesar mientras él la miraba fijamente. Quiso levantarse y Santiago no la dejó, se sentó a su lado, eso era desconcertante para ella, acostumbrada a seguir planes y tiempos él simplemente había hecho lo que quería.

Caminaron a casa junto y sin darse cuenta la noche llegó, ella en jeans sin el glamuroso vestido, el con ropa casual, olvidaron por completo las poses y las máscaras. Ella lo invitó a pasar, él le dijo que esperará, ella entró rápido, revisó maquillaje, roció loción y cepillo su cabello lacio y oscuro, sin darse cuenta él estaba tras ella, con tres rosas rojas, eso la sonrojó sin duda, esa era su debilidad a pesar del tiempo no lograba controlar los colores de su cara, y como si fueran conocidos de mucho tiempo decidieron cocinar, sin importar lo que comieran solo pensaban en estar juntos. 

Colocaron la mesa, cada adminiculo estaba perfecto, velas y platos sencillos pero eso no importaba, delicadamente Santiago retiró la silla para que ella se sentará, la vio a los ojos y dijo: - qué hermosos ojos tienes, nunca me había dado cuenta -, solo pudo decir gracias, el nerviosismo era mucho, rieron y dijeron cosas serias y otras tontas, como esos pubertos que tienen su primer amor y no logran controlar las emociones, los roses de las manos no se hicieron esperar, coqueteos, miradas fijas y tiernas, de vez en cuando Santiago tocaba su cara con ternura para decir que el momento era perfecto. Los timbres de sus voces comenzaron a bajar, usaron tonos sensuales, era imposible no darse cuenta, estaban en el preámbulo de una gran noche. Él se atrevió a besarla, ella correspondió, de pronto los besos se tornaron cada vez más profundos y largos, sin duda, deseaban algo más. Las manos jugueteaban sin cesar, él comenzó a desabotonar la blusa, ella no lo impidió, se levantaron de la mesa, se entrelazaron y sin darse cuenta estaban contra la pared como testigo de aquél primer encuentro en el que sin pensar decidieron ser uno en vez de dos. Ella cada vez más dejaba a su cuerpo expresar lo que sentía, permitía que su piel y sus ganas no se ocultaran esta vez, comenzó a recorrer su pecho despacio, mientras lo besaba lentamente, mordiendo su labio inferior delicadamente pero con pasión. Él, la sujetó por la cintura y la acercó a su cuerpo fuerte pero sin lastimarla, sintió como Santiago estaba ansioso por poseerla...

De pronto, eran casi las 4:00 pm, se hacía tarde para ir a trabajar, Isabel cerró el libro y salió de la plaza, caminó rápidamente para volver a la rutina, la adrenalina formó parte de ella aquella tarde, camino a su trabajo pero aún podía sentir  los besos de su fantasía, tan real y tan utópica. Como tantas veces ya la terminaría otro día.

Stella Alba
































sábado, 1 de febrero de 2020

Un día cualquiera


Era una mañana más, las actividades de siempre, nada diferente, Camila se dirigía rumbo a su rutina, hacía tiempo que no se veían, con el paso de los días ella se acostumbró a no verlo, dejó de extrañarlo. Había tenido un amor que tanto había amado, mismo que un año atrás la había abandonado, casi muere de tristeza y depresión, ahora ella por fin lo había superado. 

Los días trascurrían sin mucho que sorprendiera, a pesar de  amores, Camila solo se interesaba en si misma, dejó de lado el amor, quizá una parte de su ser dejó de creer, poco a poco se convenció de que eso no era para ella, sin embargo, muy dentro había un dejo de melancolía por aquél tan fatídico día en el que su gran amor, al que ella llamaba su vida, respondía a otra mujer, estando junto a ella, recordaba como si fuera ayer, el tinto cayendo al piso, el frío congeló sus pies y sus manos, no podía respirar, ni siquiera pudo hablar. El tiempo cura las heridas dicen por ahí, aunque cierto es, para ella, rememorar el momento le causaba aún leve sufrimiento.

Las risas y alegrías volvieron a su vida, la cotidianidad de pronto suplió aquellas veladas acompañada, ahora, los libros y las series eran parte de la rutina. 

Ese sábado se levantó como siempre, acudió a sus clases sin pensar que no sería un día cualquiera. Como todos los días regresó a casa, hacía calor así que decidió darse un baño,  se quitó la blusa, dejó caer el pantalón, recorrió los pasillos de su departamento en ropa interior, lista para refrescarse, de pronto, el timbre sonó, en ese momento sin saber razón alguna, su corazón se aceleró, como si supiera de quien se trataba, pareciera que el timbre decía su nombre, hacía 6 meses que no sabía nada de él. Se puso una bata y abrió la puerta, ahí estaba él, frente a ella. 

La emoción y el nerviosismo la invadió, no había manera de expresar palabra alguna, él en cambio dijo: - Hola, ¿Cómo estás?, con voz quebrada apenas Camila pudo responder, no podía creer que el hombre de su vida estaba frente a ella una vez más, ese 08 de diciembre, un día cualquiera. Se miraron fijamente, sin decir nada enmudecidos dijeron todo con solo sus miradas. Se deseaban, se extrañaron, pero sobre todo sus cuerpos hablaron.

Él cerró la puerta, quedaron juntos frente a frente, ella sin hablar, el silencio era grande, tanto que se escuchaba su respirar, sin pensarlo, soltó el nudo de la bata, ella, no lo detuvo, mientras caía lentamente, casi esperando que se negara, pensaba en que debía alejarse, su cuerpo no reaccionaba, la miró fijamente, roso sus labios suavemente, despacio y en el oído le dijo que la extrañaba, sin razonar permitieron que fueran sus cuerpos quienes decidieran el momento, el corredor fue el lugar perfecto, las caricias no se hicieron esperar, parecía como si nada antes hubiese pasado, solo importaba el instante, la pasión y el amor que Camila aún sentía y despertaba nuevamente.

Abrazados como tantas veces, se miraron fijamente, como siempre sin hablar, las miradas fueron suficientes, ella, dijo: - me voy a bañar -, él asintió con la mirada asumiendo se tenía que retirar. 
Y como si eso fuera al fin la despedida, Camila, cerró la puerta un poco confundida, decía adiós sin mucha tristeza, decía adiós sin más melancolía, él en cambio volvió algunas tardes más, pero ella nunca respondió, su timbre enmudeció siempre que de él se trató. 

Por las noches aún lo sueña, de pronto lo extraña, ya no llora más en su cama, pues como siempre se hunde en la rutina, pidiendo que en su otra vida, coincidir el universo permita y vuelva a estar con ese hombre de fantasía que amó un día. 

                                                                                                                                          Stella Alba



Labios de Tentación

Ella era una mujer como cualquiera, tenía semanas saliendo tarde de trabajar, sus días no tenían nada fuera de lo común,  todas las maña...