Y ahí estaba, la larga espera por fin había terminado, el tiempo que esperé para conocerte culminaba y ahora a instantes de verte sentía mi pecho latir, sentimientos que no puedo describir, la felicidad y dicha eran tan grandes que aún hoy al escribir mi piel se eriza y esas emociones las vuelvo a sentir. Mis ojos repiten la escena de ese día imposible de olvidar y maravilloso para recordar.
Cómo explicar el momento, me encontraba ahí lista para verte, te esperaba desde hacía tiempo, entonces me di cuenta que la frase que dice del amor a primera vista es mentira, yo te amé desde que supe de tu existencia, sin conocerte. Cada día y cada instante sólo pensaba en ¿cómo serías? ¿Cómo me verías? ¿Qué sentirías al verme? ¿Seré alguien buena para ti? ¿Seré lo que esperas? Tantas preguntas sin respuesta y tantas respuestas hipotéticas.
De pronto, ese día, ese 14 de agosto a las 7:50 de la noche apareciste, como caída del cielo, con esos ojos grandes, muy abiertos, me miraste fijamente, no dije nada, sólo podía verte sin hablar, sintiendo mucho y sin expresar más, no podía, mis ojos dijeron con lágrimas lo que no pude con palabras, sentí tu cuerpecito junto al mío, el calor que emanaba de las dos.
Así es, tú, que desde que supe que vendrías te amé, que desde que supe que existías entendí que mi vida cambiaría y que nada sería igual, las noches ahora distintas, desvelos y preocupaciones llegaron pero a cambio, razones de vida me llenaron, motivos para luchar a pesar de las adversidades aparecieron y sobre todo amor verdadero, porque te esperé y desde entonces hasta ahora no dejaré de verte como ese pedacito que llegó a cambiar mi vida, a darle sentido, mi repollito, como usualmente te suelo llamar, por quien la vida quiero dar.
Stella Alba

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