Y ahí estaba con el corazón roto, con un dolor tan grande que pocos podían siquiera entender, conforme el tiempo fue pasando las heridas sanaron, parecía que los días grises nunca acabarían, un día sin más al despertar aquél dolor había menguado pero también una leve sonrisa, un sueño tierno abría el día.
Con el paso de los meses la rutina y el trabajo provocaron que olvidará lo que realmente dolía, que sensación más agradable, no había tristeza ni melancolía. Al cabo de cuatro años no se dio cuenta que no solo había dejado de doler, no había nada, ni emociones ni alegrías ni llanto, solo vivía.
Se había esforzado tanto por no sentir dolor que no se dio cuenta que el tiempo pasó dejando nada, no había enamoramientos, ni penas, ni sufrimientos, en ese momento entendió que el hermetismo la llevó a un vacío en su totalidad, y ahora estaba deseando sentir nuevamente esas alegrías y amores, quizá esporádicos pero intensos.
A veces cuando hay un dolor tan grande se preocupa por sanar la herida con el temor de que algo la abra o la lastime, no nos damos cuenta que justo esas cicatrices son el mapa de la vida, está bien sanar y curar pero es la marca de lo que se vivió y de lo que se amó o de lo que se superó, no sé puede evitar sentir dolor o gozo, vivir nuevas emociones no abrirá viejas heridas, hará nuevas, o quizás no, pero de una cosa estoy segura serán distintas.
Stella Alba